Cuando la Argentina
era un país en formación. Cuando los inmigrantes llegaban buscando nuevos horizontes. Cuando las praderas
del río de la plata asomaban como el futuro granero del mundo. Cuando el esfuerzo
de esos rudimentarios colonos, que de la nada hicieron todo, o casi todo :
En
esa época, se llegó a producir más trigo que ahora.
El arado tirado por bueyes y
posteriormente por caballos, eran las herramientas precarias y originales que supieron surcar las
praderas fértiles. Hacían emerger en
ellas las simientes, cuyos frutos frondosos alcanzaban hasta para transitar los
mares hacia la vieja Europa.
Ya se empezaba a
exportar trigo.
Ese extraordinario
esfuerzo, que comenzaba en las frías madrugadas y culminaba cuando el sol se
ocultaba en el crepúsculo del poniente, se fue acentuando con los años. Así prosperaban
en nuestros campos las optimas cosechas que ya nos proyectaban como una gran
potencia agropecuaria.
Italianos, alemanes,
polacos, españoles, judios y de tantos otros lugares, llegaron a la nueva América para
cultivar la tierra y vivir con la
esperanza de un gran porvenir. Los años y las distancias se fueron compenetrando
en esa fusión invulnerable para desarrollar el gran proyecto de país, que con
el tiempo y en forma sorprendente, se preparaba para alimentar a más de
trescientos millones de personas.
La actividad
agropecuaria por naturaleza, fue, es, y será, el engranaje conductor de nuestra
economía. Hoy el campo argentino estaría en condiciones de llegar a esas metas.
Solamente las locuras de algún trastornado lo pueden impedir.
La asombrosa evolución de la
agricultura en el mundo es respaldada por un formidable desarrollo tecnológico
y genético, llevando esta producción a niveles incalculables en volúmenes,
calidad e innovaciones.
Nuestro país supo
acompañar esos avances, importando, desarrollando y desplegando esa modernidad,
que afianza y consolida una producción
en escala solo comparable con los países más avanzados. La mejor herencia que
tiene hoy la actividad agrícola argentina son sus fértiles tierras, su
excelente infraestructura y su admirable capital humano. Solo faltan gobiernos
honestos.
Ya desde el inicio
agrícola, el trigo de nuestras pampas era considerado uno de los mejores del
mundo por su calidad y su alto contenido proteico. Merced a esas condiciones la
Argentina supo conseguir grandes mercados consumidores que, lamentablemente por
desidia o por equivocaciones, ya se han perdido.
Hoy nuestro país
produce en promedio alrededor de 14 millones de toneladas, y si proyectamos la
posible expansión de siembra de acuerdo a la capacidad operativa con su moderna
infraestructura, se podría llegar sin inconvenientes a 30 millones.
El potencial
productivo asegura esas cifras.
¿Qué pasó en esta
última década para que hoy nos quedemos sin trigo?
Ocurrió lo que se veía
venir; sucedió lo que la irracionalidad rodeada de locuras es capaz de realizar
sin prever los efectos.
En un desconocimiento
total de cómo funciona el mercado, desalentaron con medidas arcaicas este
cultivo, que es la base principal de la alimentación humana. Se llegó a la enésima
potencia de los disparates para defender, dijeron, la "mesa de los argentinos".
La medida consistió
en un cerrojo arbitrario a las exportaciones para que en el mercado interno haya
sobreoferta. Y de esa manera el precio se estacionara porque la harina quedaba
entonces para el consumo local. Las consecuencias no se hicieron esperar, en
esta última cosecha 2012/13 se recolectaron solamente 8 millones de toneladas
debido a una menor superficie de siembra.
Estos disparates
generaron, por falta de demanda de trigo, que los productores en forma inconcebibles
tengan que retener o malvender forzosamente su producción. Esto provocó los debidos quebrantos ( desaparecieron 29766 productores de trigo, un 60% ! ) y en muchos casos
el trigo se destinó como alimento para la ganadería. Como en este gobierno todo
es arrebato e improvisación, el trigo que prohibieron exportar, paso a ser un bien
despreciable.
Nos encontrabamos con un precio irreal por falta de
transparencia y un futuro incierto, sumado a esto una inflación galopante que
eleva los costos en dólares. Solamente en la ingenuidad del secretario de
comercio, alguien puede apostar a incrementar la siembra para perder plata.
Después de estos
escandalosos fracasos, causados por la devastación que hicieron con este
producto tan elemental, se quedaron sin argumentos.
La dura realidad fue
la encargada de poner las cosas en su justo lugar.
Hoy no hay más trigo
por las trabas superpuestas que obligaron a los productores a buscar algo de
rentabilidad en otros cultivos. Resultado: el precio del pan llegó a estos
niveles escalofriantes. No busquemos más justificaciones porque esta es la
verdad. La evidencia en los hechos es la mejor prueba.
En pleno conflicto
agropecuario (2008) señalamos lo que pasaría, y pasó. En lugar de preocuparse
sobre esa conjetura, redoblaron la apuesta tratándonos de “avaros, oligarcas, grupos de tareas” y un montón de “virtudes escatológicas”
más.
Como último aporte a
la sensatez para no caer en estas desgracias, los agricultores les ofrecimos “regalarles el volumen de trigo para el
consumo interno, a cambio de obtener reglas claras y no cerrar los mercados de
exportación”. Pudo más la soberbia de un gobierno indiferente que se aferró
a sus locuras.
Los resultados están a la vista :
La superficie de siembra de trigo 2012 fue la mas baja desde 1899. No alcanza el trigo para elaborar
harina y el precio del pan se dispara.
Como justificativos a
sus disparates, ahora amenaza con confiscar los excedentes mediante la arcaica “ley de abastecimiento”. Puede hacerlo
cuando quiera, hoy ningún productor lo retiene porque lo poco que había ya se
ha vendido todo. Y si algo queda está en poder de sus amigos los exportadores,
que hicieron con todo esto el gran negocio.
Esta es la fatídica
consecuencia de arbitrar imposiciones a voluntad y sin tener nociones de lo que
se hace, ignorando, “ex profeso”, cómo funciona la oferta y la demanda para
regular los precios; ecuación tan vieja y justa como la misma planta de trigo.
Esos torpes avasallamientos a la sensatez terminarán con la vergonzosa decisión
de importar este cereal para que en la mesa de los argentinos “haya pan”. Increíble pero real.
La incidencia que
tiene la harina en el precio del pan es solamente del 13 %, lo demás es gasto
de elaboración y comercialización. Le erraron en la estrategia por ineptos.
En esta última década
desperdiciada y perdida, este cereal aumentó alrededor de un 140 % ,
¿Por qué el pan lo hizo en un 800 %?
Que dé sus explicaciones
la Sra. presidenta en cadena oficial, pero con humildad y deje de echarle la
culpa a quien no la tiene. Sí, tiene en sus ministros vergonzantes un espejo
donde reflejarse si quiere seguir destruyendo todo. Es hora que reflexione y se
rodee de gente sensata y competente que sepan lo que se debe hacer.
El “vamos por todo” finalmente terminará con
ellos primero.
El campo hace rato
que expresó su verdad. Por no escucharlo se llegó a este extremo.
Raúl R. Zorzón
Productores agropecuarios
rzorzon@malabrigo.com
Se agradecen los graficos de :
Carlos Etchepare tw: @cretchepare
patriachacarera.blogspot.com.ar tw : @patriachacarera
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